Calidad es el requisito básico para trabajar con cualquier cliente

Para poder ser líderes hay que ser precursores. Para poder elevar los estándares de la industria logística hay que estar adelantado a los tiempos. 

Por eso vamos siempre uno o dos pasos adelante. Destinando todos los recursos -humanos, económicos y tecnológicos- a cumplir con nuestro propósito: dar siempre lo mejor para superar las expectativas de nuestros clientes. Y a mediados de los 90’ comenzamos proactivamente a certificarnos. 

Las certificaciones de calidad se volvieron no sólo la norma, sino también, el aceite necesario para afinar el engranaje de un equipo. Como señala Aristides Arroyo,  “sin que nadie nos lo pidiera comenzamos a certificarnos en calidad. La primera norma fue la ISO 9001 y, en ese momento, fue toda una experiencia. Muchísimo trabajo,  desarrollo de procedimientos, de instruir a la gente en este proceso”.  

Así es como la calidad de servicio se transformó en un estándar que se fue arraigando más profundamente en el ADN de la compañía. Siempre lo estuvo. Pero las certificaciones lograron unificar criterios y desarrollar la disciplina en todos los niveles.  

“Fue uno de los cambios que hicimos, confiando que de una manera evolutiva se podía lograr conciencia en la gente en hacer siempre las cosas bien desde el inicio. No tanto porque había un procedimiento que lo exigía o porque teníamos que cumplir con una auditoría, sino porque se tenía que convertir en parte de nuestro proceso”, continúo. 

Como concluye el VP “siempre creí que más que un proceso de describir lo que estábamos haciendo, las certificaciones nos permiten lograr esa disciplina y concienciación de hacer siempre las cosas bien desde el inicio. Y lo que hicimos en principio para mejorar el desarrollo del negocio se transformó en un requisito básico para trabajar con cualquier cliente”.